Una historia que aún me persigue
Nunca pensé que algo así me pasaría a mí. He escuchado muchas historias paranormales a lo largo de mi vida, pero una cosa es oírlas y otra muy diferente vivir una. Esto ocurrió hace unos años, en una salida con amigos a Pachacamac, al sur de Lima. Íbamos en busca de aventura… y vaya que la encontramos.
Todo comenzó como una broma
Era sábado por la noche. Un grupo de cinco amigos decidimos acampar cerca del antiguo puente de Pachacamac, ese que está antes de entrar al centro arqueológico. Algunos decían que el lugar estaba cargado de energía, otros que ahí se aparecía una mujer vestida de blanco. Nosotros, claro, no lo tomamos en serio.
Llevamos guitarras, snacks, linternas… y esa típica valentía de “nada nos va a pasar”. Pero a las 2:43 a.m., todo cambió.
La figura en la neblina
Mientras hablábamos alrededor del fuego, uno de mis amigos (Luis) se puso pálido. Señaló hacia el puente. Todos volteamos. A unos veinte metros, en medio de una neblina que no estaba ahí hace cinco minutos, se veía una silueta. Alta. Femenina. Con una túnica blanca.
No caminaba… deslizaba. Y lo más raro: no se escuchaban sus pasos.
Nadie decía nada. Estábamos paralizados. La figura se detuvo justo en medio del puente. Y ahí, la linterna que sostenía uno de mis amigos comenzó a fallar. Las demás también. Todo se apagó, menos el fuego… que de pronto chispeó como si algo lo soplara. Sentí un frío que me caló los huesos.
El grito que aún recuerdo
Entonces, ella giró la cabeza. No tenía rostro. Era una masa borrosa, como humo. Pero lo peor fue el grito. Un alarido agudo, largo, que no parecía humano. Mis oídos zumbaban. No sé cómo, pero reaccionamos y corrimos. Dejamos todo: mochilas, carpas, comida. Solo corrimos hasta llegar al auto.
Después de eso…
No regresamos nunca más. Al día siguiente, volvimos con el sol a recuperar nuestras cosas. El lugar olía raro. Quemado, pero también a flores marchitas. En el centro del fuego, donde habíamos estado, había marcas en el suelo. Como huellas… pero no de pies. Más bien como si algo hubiera sido arrastrado.
A veces, cuando paso por Pachacamac, me cuesta mirar ese puente. No sé si lo que vimos fue real o una alucinación colectiva. Pero los cinco recordamos lo mismo. La misma figura. El mismo grito. Y la misma sensación de que no debimos estar ahí.
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